Comenzaba a soñar hace algunos
días después de la fiesta de Arturin, mi mejor amigo, también aparte de
soñar comenzaba a tener ataques medios locos: tic por todo el cuerpo,
contracciones de músculos, arraches de risa que eran demasiado hartantes y cansaban
a mi cuerpo y lo agotaban demasiado y uno que otro ataque raro que me sería
difícil explicarlo o describirlo.
Cada día trataba de relajarme y
evitar todo tipo de ataque que pasaba por mi cuerpo y me preguntaba por qué me
sucedían si después de todo no la pase tan mal o al menos eso yo recuerdo.
Vagamente cuando trato
de acordarme de ciertos lapsos que me cuentan mis amigos y algunas
amigas que acudieron al festejo de Arturin, como Gaby que me decía:
-¿Te acuerdas cuando bailabas
locamente y te reías y que, después te tirabas y hacías como si estuvieses convulsionándote?-
comentaba y se reía de nada más acordarse.
Sinceramente pasaba por
mí tratándome de acordar, pero simplemente no concordaba con lo que
yo recordaba y sólo cuando me decían eso y no recordaba como me lo remarcaba
Gaby, les decía que sí, con una voz insegura acompañada de una sonrisa que no
me costaba encontrar.
Pasaban los meses después de esa
fiesta y mis ataques seguían, me perseguían como los ladrones o los leones
persiguen a sus presas. No quería ir al doctor o al psicólogo pues no sentía
que los ataques fueran tan fuertes o tan raros como para atenderme de cierta
manera, porque aparte de los ataques que te conté, también me perseguían
alucinaciones por la tarde mientras hacía mis labores, escuela, un poco de
trabajo y salidas con mi novia. Y por la noche mientras dormía, no sentía que
era un sueño sino que a veces despertaba y me encontraba en otro lugar que no
fuese mi recamara.
Había veces que esas
alucinaciones me hacían creer que vivía ahí, que pertenecían a la realidad y
después de tal, sentía como mi cuerpo me daba un respiro profundo y frío que
hasta me enchinaba la piel increíblemente fuerte.
Cuando iba con mi novia Lucy
tenía algunas alucinaciones y uno que otro ataque, pero siento que más lo
segundo que lo primero. No llevábamos mucho tiempo juntos, la conocí
un poco antes de la fiesta, en un restaurante que está por la casa y que desde
pequeño me ha gustado ir, más por sus deliciosos hot-cakes con miel y un trozo
de mantequilla en un estado medio, entre derretida y sólida.
Recuerdo su vestido de colores
llamativos, líneas anaranjadas y azules y debajo un pantalón café con unas
sandalias pata de gallo y entre los dedos una flor azul, combinaba
perfectamente, sus anteojos enormes inductores hacía si mirada profunda y una
boquita que endulzaba más que esos hot-cakes.
Me acerque mientras ella leía y
tomaba café:
- Hola, buenos días...Me acerque
lentamente pareciendo que estaba seguro de lo que le iba a preguntar.
- ¿Cuál es tu nombre, disculpa?-
Le pregunté mientras mi cara se ruborizaba poco a poco y sonreía con una pena
indiscreta.
- ¡Ah! Hola, me llamo Lucia,
pero descuida me dicen y yo prefiero Lucy...
Me lo dijo con
una sencillez y una seguridad que era inapelable, algo que tiene ella
es que siempre que habla con cualesquiera sonríe de una manera simpática y
amable.
Recuerdo la platica como si
hubiese sido ayer. Hablamos de literatura, de lo que hicimos ayer
principalmente y más aún de cómo es donde vivimos y de los vecinos molestos y
cosas que básicamente son prácticas en una charla.
Después de ahí salimos más y cada
vez nos llevábamos mejor, la invite a la fiesta de Arutin pues ya en
ese entonces empezábamos una relación demasiado romántica y colorida.
Ella sabía que era un patán,
tenía problemas con las drogas, desde el cigarrillo hasta con las
cosas sintéticas y más dañinas que las demás. Lo sabía también y me sorprendía
porque a pesar de eso me acepta y me tranquilizaba un poco, me decía:
- Flaco, no hagas eso, moderalo
si quieres un poco porque tampoco lo vas a dejar de un día a otro. Pero flaco,
intenta hacerlo-
Y ahora con mis ataques y
alucinaciones estaba más tiempo conmigo.
Yo me quedaba en casa después de
mis labores y la llamaba para que nos viéramos y fuera a casa; distrayéndome se
me quitaban un poquito más mis ataques y los problemas que padecía aparte de
eso, su compañía era en serio, muy confortable.
Llegue a pensar en mis trances
que estaba solo, incluso ponía la música demasiado alta como si no hubiera
nadie en casa. Lucy sólo me miraba y esperaba a que se me calmara un poco,
mientras controlaba la música y le bajaba progresivamente hasta llegar a un
nivel de volumen muy bajito, casi susurridos y ahí era cuando yo me
sentaba y me daba cuenta de donde estaba y que hacía después de mi trance,
cuando terminaba el alucine los músculos comenzaban a contraerse.
Primero uno por uno pantorrillas, brazos, dengue dedos, cara,
etcétera. Y después comenzaban poco a poco de dos en dos, o ya después varios,
que estaba chistoso porque parecía que estaban de a cuerdo en como moverse y
tenían cierto ritmo. Al casi finalizar terminaba
muy exhausto, sudando y con un sueño que era inevitable no
cerrar los ojos y Lucy, ella sólo me recostaba en sus piernas y me acariciaba
la cabeza y la espalda una mano en cada parte, esperaba a que durmiera y se iba
a casa.
No sé como podía soportar eso, si
ella no tenía la culpa de nada. Ni siquiera ingería
bebidas alcohólicas y menos otra droga.
Era increíble como podía tener
tanta empatía como para sostenerme y aguantarme de tal manera en la
que ni siquiera le entraba coraje por como estaba, por como me había puesto
después de esa fiesta y por como me vio en aquélla fiesta.
Me di cuenta de cuanto me quería
y cuanto lo hacía yo, la verdad es que con el poco tiempo nos dimos poca espera
para hacer cosas que hacen las parejas que llevan mucho más tiempo.
Pero aquí no, los dos nos
entendíamos perfectamente, o casi creo yo.
Cuando despertaba, casi siempre,
me dolía el cuerpo y tenía alucinaciones y era peor que cuando enfermas y
tienes cuerpo cortado e ingieres una droga como el LSD. Me dolía tanto que no podía levantarme de cama, aun ni mis
ojos podía abrir, me sentía tan fatal que, claro, después de la fiesta de
Arturin me obligué a alejarme de toda porquería que me causara daño como éste.
Antes de seguir, voy a contarte
un alucine muy extrovertido y el primero incluso cruzó todos mis límites de
imaginación aun físicos.
Era una tarde llena de sol y vegetación verde, estaba perfectamente
bien climatizado. Yo salí con otro de mis amigos, de los principales carroñeros
que me invitaron a la felicidad ficticia. Él era Pablo: flaco, de una tez de
piel apiñonada y siempre-siempre cargaba un morralito café, sus tenis muy
sports y una sudadera gris desgastada y con hoyos por todos lados. Parecía uno
de esos jóvenes que viven en la calle, pero no, él estudiaba conmigo la
secundaria y a pesar que era el más
grande de sus hermanos, trabajaba para ayudarle a su mamá y se mantenía los
vicios. Siempre me decía:
-¡Güero! Antes de insinuarte que
lo que yo hago está bien, quiero que estés enterado de que si lo haces, debes
asumir las consecuencias tal y como vengan y con quien sea. Además que el daño
es prolongado y tal vez cuando tenga mayor edad… o mejor dicho: A lo mejor no
llegue a rebasar los cincuenta…
Notaba una seriedad en él y un
cariño por parte de él hacia mí, que no podía responderle cuando me decía eso y
menos darle una respuesta negativa, pues yo sabía perfectamente que las drogas
nunca dejan nada bueno.
Ese día que era perfecto Pablo me invitó a un
jardín cerca de la escuela. Se terminaron las clases y nos fuimos, me dijo que
debía comprar unas cosas antes de ir, y en efecto, llegamos a una vecindad que
decía era donde vivía uno de sus mejores amigos y desconozco el nombre. Me
quede afuera de esa vecindad y esperé varios minutos en cuanto salio nos fuimos
al parque:
- No voltees, debemos irnos
rápido y actuar natural… Bueno, yo. Tú sólo no voltees sígueme- Me lo decía con
una sonrisa nerviosa en la cara, mientras secretaba sudor de su frente.
- No tienes de que preocuparte-
Le decía –Después de todo no dejaría que te hicieran algo. Sólo no te dejaría
solo…
Legamos al parque y nos sentamos
tranquilos: el parque solitario y con ruidillos de pájaros cantores y un viento
tan fresco que las hojas de los árboles coordinaban con un sonido muy
particular.
Cuando vi, Pablo sacó una hoja,
como si fuese un Post it sólo que era
más sólido y no tenía movimiento como el de una hoja normal. Me le quedé viendo
y me dijo:
- ¿Qué? Nunca habías visto esto o
me ves con cara de no quiero hacerlo?- mientras echaba una sonrisa burlona. –No
te preocupes, si no quieres no te voy a obligar…-
Yo reía y sólo movía la cabeza discretamente siguiendo su juego.
- No, sólo que es algo que no
conozco y la verdad, me siento inseguro.
- ¡Aah! Ahora entiendo, pero mira
si quieres yo te cuido, así no tendrás de que preocuparte. Además yo se bien
que pasa con estas drogas…
Lo miraba con una seguridad, y a
pesar de eso me daba tanta confianza y curiosidad a la vez que decidí hacerlo
sin ningún temor confuso o miedoso.
Probé un cuadrito que me regaló y
me dijo que lo metiera a la boca y que no me lo pasara, que dejara se
disolviera y entonces reposar hasta que viera algo extraño o diferente en el
ambiente o en mi mismo. Pasó y comenzamos a platicar como si no pasara nada,
nos compramos un agua y fue entonces que sin tener el tiempo contado comencé a
sentirme extraño, veía las cosas con una nitidez increíble y única, no podía
creer lo que era capaz de hacer un cuadrito que mide menos de un centímetro.
Observaba el césped y salían
personitas de cada ramita de césped, miraba a mi camarada y tenía más de cinco ojos
en toda su cara, me miraba las manos y veía como se derretían y después tenía
una necesidad increíble de gritar porque todos los sonidos eran específicos, el
oído derecho escuchaba sólo lo del lado derecho y viceversa. Me paré a correr y
al mismo tiempo gritaba, sentía mucho calor y me quedé en puros pantalones.
Me daba igual lo que la gente
pensaría en ese momento de mí, pero la verdad me la estaba pasando muy bien.
Cargaba a mi camarada…
- ¡No, güerejo detente! No te das
cuenta de que estoy igual o peor que tú? ¡Ayúdenme por favor!- Gritaba junto
con una carcajada de la adrenalina y diversión que teníamos.
Yo no tenía otra cara que no
fuese una sonrisa y sudor en todo el cuerpo, no pensaba en nada, era extraño
porque nadie cree que el ser humano puede dejar de pensar un momento, como yo
lo hice en ese momento.
Observaba todas las cosas que me
rodeaban con un detenimiento esplendido, capaz que si estuviese sobrio me
desesperaría tanto y no disfrutaría o vería las cosas con ese detenimiento que
logré.
Lo colores, los rostros de las
personas, los animales, las calles, las luces, todo sin excepción era demasiado
agradable, no tenía un por qué para nada, ni algún cuestionamiento extraño como
cuando estás sobrio.
Mientras corría y mi adrenalina
era inconmensurable, cargaba rocones que pesarían más de seiscientos
kilogramos, no sentía en lo absoluto algún dolor o algo por el estilo. Mi
cuerpo no quería descansar, me sentía como el niño de los Picapiedra (Bam bam)
no me reconocía ni en lo más absoluto. Me hubiera querido ver en un espejo en
ese momento pero creo que no hizo falta, la pasé tan bien que no me preocupaba
la hora ni lo que fuera a pasar después de unas horas.
Nos dio cierta hora, el sol
estaba muy anaranjado y escondido entre unas montañas negras-negras con las
nubes encima de él exactamente con un color más predominante que el del sol,
con tonos morados y azules.
Se quito el efecto de la droga y
comenzamos a dejar de reír pero eso sí, a quejarnos de dolores que ni teníamos
idea del por qué nos dolía, pero sí del dolor de la mandíbula.
- Güero, ¿Podrías creerme si te
digo que tú tenías una cara como de cera y tus brazos eran de palo?-
Me lo decía con una cara de
sorpresa inesperada.
- ¿Y tú me creerías si te digo que tenías más de cinco ojos y no tenías piernas?- Le comentaba con una
carcajada.
- Nos la pasamos bien güero, me da
gusto que lo hicieras y no porque fuese bueno esto, pero sé que no te
arrepientes y no lo harás nunca…- Me lo decía con una lealtad de esos amigos
que jamás te encuentras después de muchísimos años en la vida.
Y por fin , después de probar una
dosis que sólo es para pasarla bien, comencé poco a poco probar lo que me
dieran, ya sea sintético o natural. Me importaba en lo más mínimo que me
pasaría, lo que quería era sólo disfrutar una fiesta o experimentar, como lo
que me paso en aquella fiesta.
Comencé con una dosis pequeña de
LSD no esperaba minutos, ahora si los contaba y como no tenía ni un síntoma
comenzaba por más cosas, marihuana, anfetaminas, heroína fumada, cocaína,
éxtasis, crack, entre otras. Mis dosis aumentaban poco a poco, la fiesta me
alimentaba cada vez más el ánimo y cada vez más comía cosas para sentirme
mejor.
Las alucinaciones eran confusas,
no sabía que veía, la vista era borrosa y luego nítida, las cosas perdían
volumen y luego veía otras cosas que, me imagino, mi mente las creaba sin
ningún problema. No evitaba sentirme bien, al contrario quería y quería y
quería más.
Casi más de media noche de esa
fiesta comencé a tener mareos, dolores abdominales, dolores de cabeza, de
piernas y brazos, sentía el reflujo como recorría desde mi estomago hasta mi
garganta a punto de salir de la garganta y llegando a mis molares. Tenía unos
malestares con los que no podía, no aguantaba para nada estar en esa situación,
no era divertido, no sentía adrenalina pero eso sí, sudaba un frío temeroso,
lleno de malestar, confusión y dudas revueltas con el pensamiento sin
coordinación.
Lucy me seguía…
- ¡Flaco! ¿Estás bien?
Contéstame….-Lo repetía una docena de veces con una preocupación. Parecía que
yo era algún familiar de hace mucho tiempo o un único amigo por el cual se
preocupaba demasiado.
Yo sólo caminaba sin contestar y
tropezando con cual objeto se me atravesara, agarrando cada muro por el que
pasaba y perdiendo conocimiento de las personas que me rodeaban ese día.
Desperté con dolor de estomago,
con la boca seca, dolor de cabeza, brazos, piernas y un ardor en el pecho
insoportable. Me levanté y note la casa un desastre, el peor chiquero que pude
ver en toda mi vida, gente derrumbada por doquier, vómitos por todos lados, y
yo de igual manera sostenía un aroma peor que el de las eses humanas impregnado
de otro olores aún peores y que creo yo inexistentes para reconocer.
Busqué a Lucy acompañado de unas cuantas alucinaciones y contracciones
musculares, por la cocina, la sala, el patio de la casa, el zaguán y cuando
subí las escaleras para llegar al primer piso, noté que estaba junto a la novia
de Arturin derrumbada, parecía que jamás había dormido: su boca tirando escasa
saliva, los brazos medio extendidos y las piernas tremendamente estiradas, el
cabello suelto y sus anteojos en al buró de la chica. Le acaricie suavemente el
cabello sentándome junto a ella y mirándola fijamente hasta que me sintió y me
miro con una cara preocupada:
- ¿Estás bien?- me
preguntó.-Estuve al tanto de ti, pero no me hacías caso. Por más que gritaba
e intentaba hablarte, no me hacías caso…
- Si… Disculpa, perdí el control
de todo. La verdad no sabía que estaba haciendo y no recuerdo nada de lo que
paso ayer- Le argumente con arrepentimiento.- ¡En serio necesito me disculpes!...
- No, no debes disculparte por
nada. Comprendo que estabas en una fiesta y sólo querías divertirte, pero
también debes pensar en mí, suena egoísta pero… ¿Te imaginas si me hubiera
pasado algo?- Sentía en ella un desequilibrio tremendo por culpa mía.
- Ok, te entiendo y acepto lo que
me comentas. La regué y no quisiera que tú te alejases de mí…- parte de todos
los malos síntomas que tenía había sólo uno que los desaparecía, y era el de
pensar en qué pasaría si ella no estuviera conmigo después de todo lo que he
hecho con ella y junto con ella.
- Pero en serio. Te pido me
perdones…- Le imploraba.
- Descuida flaco, sé que
aprendiste de esto. Te quiero mucho- Me lo decía con tanto amor y seguridad que
me hacía cada vez más un buen hombre, entre otras cosas.
Pasaron meses en donde ya no
ingería drogas, ni las fumaba. Llegué a ir a centros de rehabilitación por fin,
y a tratarme todos los ataques que tenía antes de esos meses. Recapacité y mi
novia me apoyo en todo lo que necesitaba, nunca me soltó. Me alejé de los
amigos que me invitaban a ratos para ponerme como antes y para probar lo nuevo
que había salido.
Estuve a punto de casarme con
Lucy, al termino de mis estudios universitarios comencé a trabajar como
escritor en una revista famosa; relataba en ciertas notas la vida que había
tenido, en otras las consecuencias de las drogas y como te acaban
prolongadamente.
Cuando tenía todo resuelto,
llegué a casa de Lucy y ya hacía unas semanas la notaba extraña conmigo y con
la relación, no sé que pasaba pero pensaba que era normal después de tanto
tiempo estar juntos.
Varios amigos del trabajo me
decían que era normal, que ellos ya habían pasado por esa situación y no debía
preocuparme.
Ese día llegue un poco tarde a su
casa, salí tarde del trabajo y un poco exhausto y como tenía la mirada cansada,
borrosamente mire dudosamente que estaba alguien afuera de la casa, exactamente
en donde solía poner el auto, y supuse que era su madre o algún vecino
charlando con ella. Apagué el choche mucho antes, quería caminar y prender un
cigarrillo. Prendí el cigarrillo y poco a poco me daba cuenta de que era ella
con un tipo que hasta yo reconocía que era más atractivo que yo y que todos los
que había conocido. Cuando estaba a unos metros ella se acerco a él, le dio un
beso en la boca y lo abrazo como si lo hubiese extrañado tanto, porque el
abrazo derrochaba amor, se notaba en cuanto miré como lo hacían los dos. El
sólo sonreía y le decía que la quería- lo sé, porque el tipo lo gritaba. Ya
sabes de esos jueguitos que se crea uno cuando está enamorado- Cuando pasó eso,
me dí la vuelta, aventé el cigarrillo y me llene de un odio y un coraje que el
ser humano es incapaz de crear, pienso.
Dejé de buscarla, de llamarla y
de tener todo lo que tenía de ella como para arrepentirme y hablar con ella.
Pero lo hice. Recibía llamadas de ella, mensajes y demás cosas que no quiero
mencionar porque aún me duele, pero jamás respondí, decidí seguir y
reencontrarme con viejos amigos, pasarla bien y sólo así olvidar todo y
encontrar a otra persona.
Caí en lo mismo y no me
arrepiento, trabajo como mi gran amigo Pablo y me mantengo como el lo hacía en
aquel tiempo, vivo solo y no tengo tanto problema. Vivo con tres personajes
divertidísimos uno es Bruno, Carmelo y Luno. Son muy extraños y casi siempre me
susurran al oído, me dicen lo que debo hacer y a veces salgo a distraerme con
ellos: bares, antros, barrios, etcétera. Estoy tranquilo, cuando sufro por no
tener la suficiente dosis me entretengo picándome con el lápiz mi piel, desde la cabeza hasta el artejo
grande del pie. Mis personajes siempre andan dentro de mi oído o en mi morral,
nunca me dejan, me divierten y dicen chistes que les desagradan a las personas
que se acercan a mí, me comentan que nunca los escuchan pero siempre-siempre me
ven riendo.
Y mis ataques volvieron a la normalidad.
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